RESENHA DO LIVRO “A AMÉRICA DO SUL NO DISCURSO DIPLOMÁTICO BRASILEIRO”

Publicada na revista equatoriana “Procesos”

Luís Cláudio Villafañe g. Santos. “A América do Sul no Discurso Diplomático Brasileiro”. Brasilia: Fundação
Alexandre de Gusmão (FUNAG), 2014, 247 pp.
       Tanto los estudiosos de las relaciones internacionales, como quienes se interesan en la construcción de la identidad brasileña, encontrarán inestimable la lectura de este libro. La selección del tema amplía y renueva las tradicionales formas de pensar el Brasil en las Américas. Luís Cláudio Villafañe muestra, competente y claramente, la manera cómo se construye un espacio de actuación diplomática.
       Como paso preliminar de su estudio, Villafañe muestra cómo surge, en el plano conceptual, una determinada idea de América Latina, a inicios del siglo XIX y cómo esta gana autonomía. Es notable la precisión y la concisión con que el autor revisa los orígenes y la formación de este concepto concepto: recuerda a Torres Caicedo, Sarmiento, Martí y Rodó, subraya las diferencias entre las perspectivas autonomistas (que buscaban un espacio propio para las naciones latinoamericanas) y las occidentalistas (que incluían a América Latina dentro del espacio americano, bajo el referente de EE. UU.). Muestra que solo se puede hablar de la consolidación del concepto después de la Segunda Guerra Mundial, con la fundación de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y señala que dicha consolidación define a América  Latina como un “contraconcepto asimétrico a la lectura que EE. UU. hace de su propia sociedad”. Arribando al presente, y volviendo su mirada hacia las
relaciones internacionales, muestra que la incorporación de América del Sur como eje del discurso (y acción) de la diplomacia brasileña nace, en parte, como contrapunto a las propuestas americanas de un área de libre comercio continental, el ALCA. Paradójicamente, las reuniones panamericanas fueron una plataforma para que América Latina identificase sus propios intereses, como la defensa de la norma de no-intervención, circunstancias históricas que explican el rescate del concepto y la búsqueda de medios para operativizarlo.

          Los fundamentos teóricos del trabajo van más allá. Merecen una lectura atenta las observaciones que hace sobre los modos de construcción conceptual de los discriminados, de quienes no tienen poder, de quienes están, en el caso de la diplomacia, al margen de las relaciones de poder. El libro es impecable metodológicamente hablando. El objeto de estudio está bien delimitado, el discurso diplomático, las fuentes primarias y secundarias son utilizadas con habilidad y siempre de manera que revelen y enriquezcan el objeto.
           Así, la vecindad sudamericana es la circunstancia necesaria de actuación del Brasil. Pero es el interés político el que crea la “identidad sudamericana” y define el espacio para la actuación diplomática “positiva”. La diferencia de perspectivas entre la actitud del Imperio, de distancia con los vecinos, y la de la República es notable y movida por factores políticos, especialmente en los inicios del republicanismo y, después, por objetivos más complejos, especialmente de orden económico. En la primera reunión de presidentes sudamericanos, en 2000, convocada por Fernando Henrique Cardoso, la dimensión de integración física era nítida y ampliaba el recorrido iniciado con el Mercosur. Cabe anotar también, si miramos los tiempos recientes, a partir de la aceptación de la América del Sur como espacio privilegiado de actuación, que estas formas de actuar pueden ser sustancialmente diferentes, como Villafañe muestra cuando compara la diplomacia de los presidentes
Fernando Henrique Cardoso y Lula.
            La historia conceptual corre en paralelo a la historia diplomática, no la explica totalmente, pero es indispensable para entender las opciones, alternativas y variantes de los actores, empezando por presidentes y cancilleres. Como el autor con razón dice: “La identidad internacional de Brasil, aunque tenga fuertes elementos de permanencia, está siendo continuamente reconstruida y reinventada” (p. 179). Así, se revela al lector con claridad la manera como surge y se desarrolla la idea de América del Sur, así como las posibilidades de su empleo político. Circunstancias que moldean la creación de la idea que, una vez introducida en el discurso diplomático, se convierte en una condición que pasa a delimitar la propia actividad diplomática. ¿Si somos sudamericanos, a qué nos obliga tal condición? ¿En qué nos beneficia? Villafañe no responde esas preguntas, que exigirían ir más allá de lo que se propuso en el libro, pero con la clara base en que el autor formula la identidad sudamericana, las posibles respuestas ganan un consistente basamento.
             El trabajo ofrece una interpretación creativa y rigurosa de las fuentes, virtud esencial para la consistencia de un estudio historiográco. Llama la atención la manera como recupera y revisa documentos ya conocidos. Los informes anuales de la Secretaría de Negocios Extranjeros, y después del Ministerio de Relaciones Exteriores, siempre constituyeron una base necesaria para quien estudia la diplomacia brasileña. Pero Villafañe retoma los informes del siglo XIX y, luego de una minuciosa lectura, encuentra formulaciones claras y reveladoras sobre una actitud distante en relación con los vecinos sudamericanos, lo que constituía una barrera difícil de trasponer para incorporarse a América Latina o incluir América en el espacio de for

mulación diplomática brasileña.
              En la misma línea, Villafañe retoma los discursos de Brasil en las Naciones Unidas. Las fuentes son conocidas, pero la forma como el autor interpreta sus alcances y, sobre todo, como las relaciona, las vuelve novedosas. Son también valiosas las entrevistas que ha realizado a diplomáticos, como los embajadores Luiz Filipe de Macedo Soares y Eduardo Santos.
             Otra cualidad del libro es constituirse en texto íntegro. Las partes (de la teoría a la interpretación de los desdoblamientos del concepto de América del Sur) encajan con perfecta coherencia interna. Cada capítulo enriquece al
anterior. Creo que en algunos momentos la justificación se muestra especialmente útil y valiosa para interpretar momentos de la historia diplomática.
              Así se revela un análisis de las posiciones brasileñas durante la Revolución cubana. ¿Cómo lidiar con la actitud norteamericana, y de algunos otros vecinos, que defendían que la “identidad continental americana tendría como pilar fundamental el anticomunismo?” (p. 100). Si aceptamos que la opción marxista-comunista de Fidel era incompatible, en las palabras de San Tiago Dantas, entonces canciller brasileño, con “los principios democráticos, en que se basa el sistema interamericano” (p. 102), una segunda dimensión de la condición americana repudiaba formas de intervención y sanción para
corregir la incompatibilidad y, por esto, votamos contra la suspensión del régimen en la reunión de Punta del Este en 1962. La actitud brasileña, al proclamar el principio de la no intervención, evocaba la larga historia de defensa de aquel principio en el sistema interamericano, aceptado por Estados Unidos solo en 1933, luego de varias tentativas que comienzan prácticamente con la inauguración de las reuniones de los Estados Americanos.
             Brasil que, al principio estuvo cerca de EE. UU., transforma más tarde la no intervención en uno de los pilares de su actitud diplomática. No obstante, como sabemos, con el movimiento de 1964 la política externa refuerza el eje occidentalista, dentro del cual el anticomunismo es pieza fundamental, y las relaciones con Cuba son interrumpidas.
             Hay dos aspectos más del libro que llaman la atención. El primero es el análisis que hace del movimiento que lleva a la adopción de América del Sur en el repertorio de la diplomacia brasileña en los gobiernos de Fernando Henrique y Lula. Después de recordar la noción de Lafer de que América del Sur corresponde a una “fuerza profunda de larga duración que viene norteando la acción diplomática brasileña” (p. 142), revisa, con pertinencia, el inicio de las reuniones de presidentes sudamericanos, acompaña su desarrollo, y muestra el refuerzo del énfasis sudamericano en los dos primeros años del mandato de Lula. El segundo aspecto que merece lectura cuidadosa son las conclusiones. Villafañe destaca cuestiones absolutamente necesarias que, todavía hoy, están abiertas. Una de las primeras es mostrar que el concepto de América del Sur está aún en construcción y, por su alcance, enfrenta desafíos mayores que los del concepto de América Latina, que tenía la ventaja de una larga historia, de haberse fundado en “una noción de similitud cultural, antes que nada” (p. 189). Menciona la necesidad de superar “los muchos mitos de origen de la nacionalidad de cada uno de los países sudamericanos (que) incluyen la idea de usurpaciones y agravios históricos, reales o imaginarios, por parte de sus vecinos”. Y, sobriamente, añade: “La superación de esos mitos y resentimientos es perfectamente posible –como lo demuestra la integración europea–, pero representa un salto en dirección al futuro, que exigirá liderazgo interno en cada uno de los doce países, y una acción diplomática y firrme” (p. 190).

           Para esto, Villafane recuerda la importancia de los intercambios culturales, de la profundización en los estudios de historia regional que sustentarían, a largo plazo, las formas de aproximación política y económica. El autor recuerda también que, “al armar la vertiente sudamericana de la identidad brasileña no se está excluyendo completamente las dimensiones latinoamericana y continental” (p. 190). Los avances institucionales de la “comunidad sudamericana” son evidentes con la creación de la Unasur.
           Sin embargo, ¿más América del Sur signica mayor capacidad de vinculación con América Latina, y con EE. UU. y Canadá? ¿O menos? Volvemos aquí a unir la historia del concepto a los desafíos de las mejores opciones diplomáticas. ¿Qué regionalismo queremos? América del Sur está incorporada al discurso y es una parte fundamental de la acción diplomática. Pero ¿cuál es el límite del discurso? ¿Incorpora un proyecto? ¿Vincula a sus vecinos? ¿Es una plataforma de apertura al mundo? Luís Cláudio Villafañe no pretende ofrecer respuestas, pero, si no reexionamos como sociedad sobre las indagaciones que el estudioso propone, las respuestas diplomáticas corren el riesgo de ser incompletas.
Gelson Fonseca Jr.
Instituto Rio Branco / Universidade Federal do Rio Grande do Sul

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