RESENHA NO JORNAL “EL MERCURIO” de Valparaíso – 23/12/2023

Rubén Darío, periodista deportivo

RELOJ DE ARENA – Por Segismundo

     Un reciente libro rescata la imagem humana, real, de Rubén Darío, el gran poeta padre del modernismo. “Divino e infame: las identidades de Rubén Darío”, trabajo de Luís Cláudio Villafañe, quien se dedicó a recorrer toda la trayectoria del poeta nicaragüense, detallando, ineludible, su paso por Chile.

   Aquí, el joven poeta, ya avezado en las letras, incluyendo el periodismo, era reconocido en su patria, pero el mismo, y talvez su círculo, estima que el confuso mundo centroamericano le queda chico.

  Juan Cañas, escritor salvadoreño y a la vez general aventurero, le recomienda:

-Vete a Chile. Es el país donde debe ir.

-Pero don Juan ?cómo me voy a ir a Chile si no tengo los recursos necesarios?

-Vete a nado, aunque te ahogues en el camino.

   Cañas, “chilenofilo decidido”, escribe Darío, a las recomendaciones suma la acción y reúne los recursos para que el poeta para a ese paraíso austral que era y debería ser nuestro país.

   Un día de terremoto, se embarca Darío, en un vapor alemán de la compañía Cosmos. Gran choque cultural. En la nave solo se habla alemán y nadie entiende el precario ingles del joven. El capitán, buena persona, atiende a su pasajero tropical con cervezas, vinos del Rhin y licores fuertes. Darío aprende los números del idioma de Goethe jugando dominó…

POLO FINANCIERO

   Finalmente, el vapor germano recala en el puerto de Valparaíso. Desde la cubierta se advierte el nervio de la ciudad, con la bahía congestionada con pequeñas embarcaciones, de ida y vuelta, entre naves y el muelle conduciendo, pasajeros, tripulantes y equipaje.

   Valparaíso, 24 de junio de 1886, día de la llegada del joven poeta, es el polo financiero y humano del Pacífico Sur. La ciudad misma es avanzada con transporte público servido por tranvías arrastrados por caballos, luego serían eléctricos, hasta con precursores elevadores inaugurados en 1883, iniciativa de un escritor, Liborio Brieba. Además, la ciudad cuenta con teléfonos con patentes de Edison y de Graham Bell. Hay alumbrado público y domiciliario, industrias pesadas en que se construyen equipos ferroviarios, diarios de importancia nacional como El Mercurio y La Unión. La tolerancia marca la ciudad con cultos protestantes, además del dominante católico, y varias logias masónicas.

   La educación es importante, con un liceo público dirigido por el destacado intelectual Eduardo de la Barra. Además están los prestigiosos colegios privados de los Sagrados Corazones, Padres Franceses, el inglés Mac Kay y el Alemán de Cerro Alegre.

   La construcción de los centros comerciales es de cualidad, a veces impresionante, especialmente de los bancos y de las grandes casas importadoras. Muchas viviendas replican estilos dominantes en Europa.

   El movimiento de las calles es reflejo de la ciudad popera e importante. Claro está que el brillo contrasta con la pobreza de viviendas que cuelgan de los cerros.

   Valparaíso impresiona a Rubén Darío, quien debe buscar un espacio para incorporarse a esta comunidad. Trae cartas de recomendación que le permiten una ocupación en el diario La Época, dirigido por Eduardo Mac Clure. El sueldo es poco, pero algo es algo. En 1887 consigue trabajo en El Heraldo, diario porteño. Es entonces cuando con su esmirriado sueldo, muerto de frío, hace una importante inversión. Gasta 85 pesos en un elegante abrigo que, cuenta el mismo, lo acompaña incluso a Europa.

  Darío, reconocido como un poeta innovador, padre del modernismo, frecuenta círculos intelectuales. Llega hasta La Moneda, donde establece una cordial relación con Pedro Balmaceda, hijo del Presidente, quien incursionava en el mundo de las ideas.

FRACASO ADUANERO

   Gracias a esa amistad -al parecer posteriormente quebrada- logra un cargo en la Aduana de Valparaíso. Dura poco. Simplemente no va a su puesto, como lo recuerda Villafañe en su libro.

   Tampoco prospera en el trabajo periodístico. Tras un comentario en la sección Sports en la Época, es delicadamente despedido. ?Que deporte comentaría?

    Tal vez la hípica, cuando el fútbol era una curiosidad. El hecho es que fracasa como periodista deportivo, pero se impone con su creatividad poética que marca una línea renovadora, expresada en “Azul”, publicado en Valparaíso en 1888. M. Casella sostiene que el autor “se sale de la tradición literaria entonces seguida, y funde en unidad orgánica que es acento personal y pronta asimilación de influencias diversas, las últimas voces del romanticismo… Rubén se aventuraba por primera vez fuera de la órbita de la tradición española del siglo de oro, fuera de las indecisas formas vaporosas del romanticismo… La expresión literaria salió de ello transformada”.

   Finalmente, en 1889, acosado por deudas y tal vez por promesas de amor incumplidas, retorna a América Central. El alcoholismo comienza a hacer lo suyo como telón de fondo a un reconocimiento generalizado a su creatividad.

    Vuelve al cono sur, Argentina, en medio de reconocimientos y buenos ingresos. Pero no se da la molestia de cruzar la Cordillera, ya con Transandino, a Chile.

    Surge la interrogante sobre su afecto hacia nuestro país. El autor Villafañe escribe que la relación del poeta con Chile “fue complexa y agridulce”. Recoge lo expresado en una carta privada:

– “A veces me figuro que he tenido un mal sueño al pensar en mi permanencia en ese hermoso país”.

    Y el otro lado de la moneda:

-“Eso sí que a Chile le agradezco con una inmensa cosa: la iniciación en la lucha por la vida”.

    La lucha termina donde comenzó, en Nicaragua, 7 de enero de 1916, tal vez con un sueño alcohólico confuso de aquel país austral donde “debía ir” de acuerdo al consejo del general Cañas.

                 ***

Resenha no jornal chileno “La Tercera”, caderno “Culto”, 16 de dezembro, 2023

Entrela bohemia, una amistad rotay el modernismo: los años de Rubén Darío en Chile

Pablo Retamal N.

Entre 1886 y 1889, el poeta nicaragüense vivió en Chile. En nuestro país, trabajó en diarios, hizo amistad con el hijo del presidente de la República y publicó Azul, su libro más importante. Una reciente biografía, Divino e infame: las identidades de Rubén Darío, de Luís Cláudio Villafañe, rescata esos años del escritor.

“¡Ve a Chile! Chile es la gloria…”, le dijo su amigo, el escritor salvadoreño Juan Cañas, a modo de consejo. Tras meditarlo un poco, Rubén Darío decidió arriesgarse y tomar la sugerencia. Gracias al apoyo gubernamental nicaragüense, compró un pasaje en el vapor Uarda. Tras un extenso viaje de 19 días, arribó a Valparaíso el 24 de junio de 1886. Comenzaba una nueva vida en Chile.

Darío creía firmemente que en nuestro país se encontraría con algo mejor que su Nicaragua natal, donde no estaba pasando mucho. En sus bolsillos, muy poco dinero y una incipiente carrera como escritor que ya le había granjeado un reconocimiento en El Salvador, amén de sus primeras intentonas con el siempre complejo verso alejandrino. La famosa métrica de 14 sílabas muy utilizada por los franceses.

La historia del poeta acaba de ser recogida en el volumen Divino e infame: las identidades de Rubén Darío, del historiador y diplomático brasileño Luís Cláudio Villafañe y que publica la casa editora Taurus. En sus páginas, abarca desde sus modestos orígenes, a sus últimos días consumido por la cirrosis. Pero también una mirada a esos casi 3 años que el poeta estuvo en Chile.

Consultado por Culto, Villafañe señala que el periplo chileno de Darío -entre junio de 1886 hasta febrero de 1889- fue muy relevante en su vida. “Fue crucial. Desdemuy joven se había consolidado como intelectual y poeta en Centroamérica y aspiraba a nuevos horizontes. Siguió el consejo de Juan José Cañas, un amigo que había sido representante de El Salvador en Chile. Ante la falta de recursos para viajar y sustentarse en Chile, Cañas le dijo: ‘Vete a nado, aunque te ahogues en el camino’”.

Darío llegó con un par de cartas de recomendación, una de ellas la ocupó con el periodista Eduardo Poirier, quien lo acercó a la intelectualidad chilena y logró que El Mercurio de Valparaíso se interesara por hacerle una nota. Luego, con ganas de llegar a Santiago, y a través de Poirier, se contactó con Adolfo Carrasco Albano, y a través de este logró que el director del diario La Época, Eduardo MacClure, le ofreciera un trabajo, exiguamente pagado, aunque al menos le costearon un traje y camisas a la medida.

Por entonces, Darío aún no había publicado su primer libro, y eso lo lograría en Chile. Solo a poco de llegar, el nicaragüense notó un aviso en el diario La Unión de Valparaíso en que se anunciaba un concurso literario. Se premiaría al mejor manuscrito de novela con un monto en dinero y con la publicación en formato folletín y como libro. Sin ser novelista, Darío se entusiasmó y le pidió a Poirier que escribieran juntos una novela breve, llamada Emelina. Esta no ganó, y se publicó al año siguiente, y la crítica fue poco amable con ella. Es que el fuerte del autor era la poesía, no la narrativa.

Pocos meses después, en marzo de 1887, Darío publicó su primer libroAbrojos, se trataba de un volumen en que compilaba los poemas que había escrito hasta ese momento. La verdad es que no lo hubiese conseguido sin toparse con un nombre clave: Pedro Balmaceda Toro. Este, era el hijo del entonces presidente de Chile, José Manuel Balmaceda. Debido a un accidente en su primera infancia, era jorobado y eso lo hacía ser bastante retraído, por ello, volcó sus intereses en la lectura y la cultura. De hecho, habitualmente realizaba animadas tertulias literarias en La Moneda y publicaba artículos en la prensa al respecto bajo el seudónimo de A. de Gilbert.

Al ser un joven acomodado, Balmaceda Toro usaba los ingentes recursos que disponía para fomentar las artes. Era un mecenas cultural y al igual que Darío, estaba muy influenciado por los simbolistas franceses: Rimbaud, Baudelaire, Verlaine. Por ello, se interesó genuinamente en la obra del centroamericano y, junto a Manuel Rodríguez Mendoza, financió la primera edición de Abrojos.

“Con Pedro, Darío pudo frecuentar La Moneda y relacionarse con la alta sociedad, como ambicionaba -señala Villafañe-. Desde el punto de vista literario, el interés común por la literatura francesa, las tierras lejanas y los temas y objetos exóticos tuvo sin duda un gran impacto en el desarrollo estético y literario del poeta”.

Ese acercamiento a la alta sociedad estaba dado por el expreso deseo de Rubén Darío de lograr ascender socialmente en Chile. Sin embargo, se encontró con una muralla infranqueable. Más allá de poder participar de alguna que otra tertulia, nunca pudo establecer mayores nexos que le permitieran cambiar su suerte. Esta es una idea que venía arrastrando ya desde Nicaragua, según comenta Villafañe. “Darío fue criado por la tía paterna de su madre en una situación de relativos apuros económicos, a pesar de que su padre biológico tenía recursos razonables y su hermana, Rita de Alvarado, era bastante rica para los estándares nicaragüenses. Incluso desarrolló una especie de competencia con su primo, el hijo de Rita. La tía Rita financió los estudios de Rubén hasta que él se peleó con su primo. Entonces, ella cortó la ayuda. Por falta de recursos, el adolescente tuvo que abandonar sus estudios y nunca terminó la secundaria”.

“Esta sensación de precariedad económica marcaría la personalidad de Rubén, que poco a poco se fue obsesionando con la idea del éxito, la elegancia y el lujo, algo que se puede ver incluso en su poesía. Aunque, gracias a su talento, pudo ganar mucho dinero, a veces sumas realmente importantes, con su irresponsabilidad financiera dilapidó todo lo que recibía y vivió toda su vida entre extremos de opulencia y momentos de bancarrota. Estas variaciones y la incesante búsqueda de riqueza y posición social se ponen de manifiesto en diversos momentos de su carrera, a menudo de forma verdaderamente cómica y otras veces rozando la tragedia”.

En Chile, Rubén Darío tuvo pocos trabajos estables. A inicios de 1887 dejó el trabajo en La Época para volver donde Poirier en Valparaíso. Luego, Pedro Balmaceda le consiguió un puesto como inspector de aduanas del que terminó siendo despedido por abandono laboral. Posteriormente ganó 600 pesos gracias a un poema sobre la guerra del Pacífico llamado Canto épico a las glorias de Chile.

Parecía que en 1888 la cosa mejoraba con su contratación en el periódico El Heraldo, de Valparaíso. Un diario opositor al gobierno de Balmaceda en el que si bien, no escribía de política, lo hacía sobre diferentes temas. Pero tras solo 8 artículos, fue despedido por el director, Enrique Valdés Vergara, quien le manifestó que aunque escribía bien, el diario “necesitaba más”.

Tampoco ayudaba el carácter bohemio y derrochador del escritor, quien pretendía sostener un estilo de vida elegante sin los recursos para ello. “El alcoholismo y la vida bohemia de Darío son variables a las que dedico bastante atención en la biografía -señala Villafañe-. Su lucha contra la adicción está marcada por altibajos. Hay momentos en los que incluso abandona el alcohol, pero enseguida recae en los excesos. Su bohemia e irresponsabilidad financiera, por otra parte, producen algunos momentos hilarantes de su trayectoria. Hay que decir que se trata de un personaje muy complejo, con muchas facetas, que en diversos momentos intenta reinventarse. A veces logra éxitos, aunque parciales, y en otras ocasiones sufre fracasos monumentales”.

En medio de esa precariedad y estrechez económica, Darío logró publicar su segundo título, Azul. El libro es considerado el hito fundacional del modernismo y que marcó a las generaciones posteriores. Fue financiado por Eduardo Poirier y Eduardo de la Barra, y mezclaba cuentos y poemas. Seguro de su talento, envió un ejemplar al más reputado crítico literario de España, Juan Valera, de la Real Academia Española, quien lo reseñó de manera muy favorable. Esto a pesar de que en Chile tuvo escasa repercusión en lo inmediato.

“Muchos estudiosos de la obra de Darío sostienen que el personaje que da nombre al cuento El rey burgués (incluido en Azul) sería inspirado en Eduardo McClure, su jefe en el diario La Época. En lo que se refiere específicamente a la influencia de su estancia en Chile en su estilo literario, no cabe duda de que la mayor proximidad de la literatura francesa —mucho más difundida y accesible en Chile que en Centroamérica— y el ambiente cosmopolita de Santiago fueron elementos cruciales para su poesía”, señala Villafañe.

Por entonces, su situación financiera se había vuelto insostenible y ello lo obligó a regresar a Nicaragua. Además, ya no se relacionaba con Pedro Balmaceda, con quien se había distanciado. En su libro, Villafañe explora dos causas para este alejamiento: el hecho de que Darío colaborara en un diario opositor al gobierno, y un supuesto comentario del poeta burlándose del defecto físico del muchacho. Nunca quedó claro, y no hubo chance de un arreglo. “Cuando Rubén abandonó Chile en 1889 ya no se llevaba con Pedro. Su viejo amigo murió meses después, mientras Darío se encontraba en El Salvador, y le dedicó una biografía, A. Gilbert, en la que, además de elogiar a Pedro, trataba de defenderse de la acusación de que había sido un ingrato”.

Villafañe hace un balance de la estadía del poeta en nuestro país: “Estuvo alrededor de dos años y medio en Chile. Analizando en retrospectiva, hubo grandes victorias. Sin embargo, en aquella época, para él las dificultades pesaban más que los éxitos y su aceptación en los círculos intelectuales chilenos estaba muy por debajo de sus expectativas, que —hay que decirlo— eran bastante irreales. Y nunca pudo establecerse socialmente, a pesar de que a través de su amistad con el hijo del presidente Balmaceda, tuvo acceso esporádico, aunque desde una posición de inferioridad, a la alta sociedad santiaguina”.

Pese a lo amargo de su experiencia, Villafañe comenta que Darío pensó en volver a nuestro país. “Estuvo a punto de visitar Chile de nuevo en 1912 como parte de una gira promocional de las revistas Mundial y Elegancias, de las que era director. Para darlas a conocer, viajó por España, Portugal, Brasil, Uruguay y Argentina con dos capitalistas uruguayos dueños de las publicaciones, un par de periodistas y un fotógrafo. Desde Buenos Aires, el grupo viajó a Santiago, pero Darío, enfermo, permaneció en la capital argentina”.

“En definitiva, la relación de Darío con Chile fue compleja y agridulce. Incluso llegó a decir en una carta privada que ‘a veces me figuro que he tenido un mal sueño al pensar en mi permanencia en ese hermoso país’. Sin embargo, en la misma carta reconocía la importancia de la experiencia chilena: ‘Eso sí que a Chile le agradezco una inmensa cosa: la iniciación en la lucha de la vida’”.

Matéria jornal “Opção” 20 de abril de 2023

Conheça a grande história do barão cuja morte parou o carnaval do Rio de Janeiro

Conheça a grande história do barão cuja morte parou o carnaval do Rio de Janeiro

José Maria da Silva Paranhos Jr., o Barão do Rio Branco, pode até não ser muito conhecido. Mas ajudou muito o Brasil a ser o que é: uma potência

Eu admiro muito as pessoas que são muitas ao longo da vida que atuam com destaque em muitas áreas.

Jose Maria da Silva Paranhos Júnior é uma delas. Ele foi advogado, jornalista, geógrafo, historiador e diplomata. Até cédula ele já foi. Seu rosto estampou a cédula de 1 mil cruzeiros.

Mas o que fez José Maria da Silva Paranhos Junior ser reconhecido aqui e lá fora foi a sua atuação como diplomata? Ele se destacou nesta área quando o Brasil era Monarquia e também quando virou República.

O Barão de Rio Branco conseguiu impor seu título de nobreza num governo republicano. Ele nasceu em 20 de abril de 1845 e, em sua homenagem, seu aniversário natalício virou o Dia do Diplomata.

Quando olhamos o mapa do Brasil, vemos a grandeza do nosso território e também suas fronteiras terrestres. Do Amapá até o Sul do Brasil, as linhas divisórias do mapa foram traçadas pelo Barão de Rio Branco.

Em disputas resolvidas em cortes europeias, o Barão do Rio Branco conseguiu defender a causa brasileira.

Eu me lembro de ler um livro que a Editora Três lançou já faz algum tempo traçando um perfil biográfico do barão. A cada retorno da Europa após ganhar a disputa territorial para o Brasil, Paranhos era esperado no porto do Rio de Janeiro com festa. O povo reconhecia o seu esforço em defender as fronteiras brasileiras.

O carnaval de 1912 foi adiado porque o Barão de Rio Branco morreu 11 de fevereiro daquele ano, no meio dos festejos. Para se adiar uma festa popular é porque a pessoa que morreu era muito importante e contribuiu para o país sendo reconhecido pelo povo. Até chegar o coronavírus, só o Barão de Rio Branco.

Consta que o livro sobre o grande personagem da história brasileira é “Juca Paranhos — O Barão do Rio Branco” (Companhia das Letras, 554 páginas), do diplomata e historiador Luis Claudio Villafane Gomes Santos. O livro é comentando, abaixo, pelo grande pesquisador Alberto da Costa e Silva.

Leia o que Alberto da Costa e Silva diz do Barão do Rio Branco

“O Barão do Rio Branco de nossa admiração não esconde o amante egoísta, o vaidoso que alimentava a claque de seu teatro pessoal, o centralizador que desmerecia a ajuda dos colaboradores, o sedento de glória, o glutão e o esbanjador para quem todo dinheiro era pouco.

Reexaminando o muito que se escreveu sobre o barão, assim como a sua correspondência ativa e passiva, e lendo, dia a dia, linha a linha, o que, na época, estampavam os jornais, Luís Cláudio Villafañe G. Santos trouxe para a nossa companhia um Rio Branco confiante no forte saber que lhe moldava os argumentos e as ações.

“E tão bem contada é a sua vida e tão nítidos os retratos, que ele sai deste livro, nos toma pelo braço e nos convida para jantar no Hotel dos Estrangeiros.”

Matéria na coluna “Uno hasta el fondo, con Gil Gamés” no jornal mexicano Milenio

10.02.2023

Rubén Darío, de fiesta y estafado

Gil cerraba la semana con una novedad que rebotaba de uno a otro lado en el amplísimo estudio: Divino e infame. La identidad de Rubén Darío de Luis Claudio Villafañe (Taurus, 2023), una biografía del poeta que se deja leer por donde entre usted. De los muchos episodios de esa vida, Gilga ha elegido una estampa parisina que podría llamarse “Rubén Darío se va de fiesta”. Aquí transcribe Gil ese capítulo.


Tras su estancia en Roma, Darío y Arenillas fueron a Nápoles y visitaron Pompeya, la isla de Capri, Sorrento, Castellammare, Pozzuoli y la costa de San Martino. En el camino de vuelta pasaron por Florencia, Venecia, Milán, de donde tomaron el tren de vuelta a París el 31 de octubre (…) Los viajeros regresaron a París el 1 de noviembre. El empresario que había contratado a Darío era meticuloso y había anotado todos los gastos en los que incurrió con el poeta; hechas todas las cuentas, el artista debía al capitalista la expresiva suma de 900 francos y 24 centavos. Para suerte de Rubén, Emilio Mitre, que aún estaba en París, había apreciado el trabajo del cronista viajero y lo recompensó con una bonificación de 5 mil francos. Era más que suficiente para pagar la deuda del viaje, enviar fondos a su pareja y a su hija recién nacida y garantizar el sustento de los próximos meses.

Al verse con tanto dinero, la reacción del poeta fue diametralmente opuesta. Se sentía rico y, según su peculiar psicología, un hombre rico necesitaba un secretario. Contrató al primero que apareció, un español de apellido Montespina, que se presentó como corresponsal del periódico El Defensor de Granada. Le entregó los 5 mil francos. Luego fue a buscar a García Velloso, con quien había visitado al Papa en Roma. Además de darle parte del dinero que le había dado Mitre, invitó a García Velloso y a todo el grupo de hispanoamericanos que lo acompañaban a una velada que empezó en la Taberna del Panteón y continuó en Café Cyrano. Allí, además de encontrar a Amado Nervo, conoció a una prostituta de la que se enamoró de inmediato. Guiado por Rubén, Montespina pagaba los gastos de todos. Después de que el Cyrano cerró al amanecer, la alegre banda se fue a una taberna cercana. Rubén había dejado el Cyrano con la promesa de obsequiar a su nueva amiga “una figulina de Tanagra” y una sombrilla que ella había pedido.

Ya con las primeras luces del día, por recomendación del eficiente secretario, Rubén y otros se fueron a dormir a Au Rat quin’est pas Mort, y encargaron un almuerzo de 500 francos para cuando despertaran. El dinero se consumía rápidamente y García Velloso se preocupó, pero eso no afligió a Darío: “con tal de que nos queden 80 francos para la sombrilla de madame y 200 para la comida de la noche, el resto sobra”. Al despertar del día siguiente, Rubén encontró un mensaje de Montespina: “Querido maestro: sé que lo que hago es una canallada. Perdón. Cuando usted reciba la presente, estaré muy lejos de París. No sé si algún día podría ponerme frente a usted. Si tal sucediera, es que podría devolverles los 3,800 francos que le robo. Otra vez perdón”.

No quedaba dinero ni para pagar el alojamiento ni el almuerzo, pero la angustia de Rubén era no cumplir la promesa hecha a su novia del día anterior. Negoció con los propietarios de Au Rat qui n’est pas Mort: anuló el pedido de la comida y pudieron salir debiendo apenas las habitaciones alquiladas. Las finanzas seguían siendo inestables y había deudas que cubrir. Además de la pendencia con el dueño de Au Rat quie n’est pa Mort (…) En una salida nocturna los amigos de Rubén se decidieron a darle miedo: “Se habló de espiritismo, de demonología, de endriagos, de duendes y de aparecidos”.

Todo es muy raro, caracho, como diría Orson Welles: “Cuando se viaja en avión solamente existen dos clases de emociones:el aburrimiento y el terror”. 

Gil s’en va
Gil Gamés

gil.games@milenio.com


https://www.milenio.com/opinion/gil-games/uno-hasta-el-fondo/ruben-dario-de-fiesta-y-estafado?utm_medium=most-viewed-fir

En Spotify:

DIVINO E INFAME. Matéria no caderno cultural do jornal mexicano Milenio.

Los dos rostros de Rubén Darío y otros libros que estamos leyendo esta semana

Conoce la lista de recomendaciones literarias que seleccionó para este sábado el equipo del suplemento cultural ‘Laberinto’.

Divino e infame
Nueva biografía del poeta nicaragüense Rubén Darío, que en palabras del autor brasileño pretende ser “un texto denso, si bien fluido”. El título y el subtítulo —Las identidades de Rubén Darío— hacen referencia a las contradicciones naturales de una persona. Hay inevitables consideraciones sobre su labor literaria y periodística, pero se destaca al Darío constructor de identidades colectivas y se echa una mirada a América Latina en el paso del siglo XIX al XX.


https://www.milenio.com/cultura/laberinto/libros-semana-ruben-dario-mary-shelley