RESENHA NO JORNAL “EL MERCURIO” de Valparaíso – 23/12/2023

Rubén Darío, periodista deportivo

RELOJ DE ARENA – Por Segismundo

     Un reciente libro rescata la imagem humana, real, de Rubén Darío, el gran poeta padre del modernismo. “Divino e infame: las identidades de Rubén Darío”, trabajo de Luís Cláudio Villafañe, quien se dedicó a recorrer toda la trayectoria del poeta nicaragüense, detallando, ineludible, su paso por Chile.

   Aquí, el joven poeta, ya avezado en las letras, incluyendo el periodismo, era reconocido en su patria, pero el mismo, y talvez su círculo, estima que el confuso mundo centroamericano le queda chico.

  Juan Cañas, escritor salvadoreño y a la vez general aventurero, le recomienda:

-Vete a Chile. Es el país donde debe ir.

-Pero don Juan ?cómo me voy a ir a Chile si no tengo los recursos necesarios?

-Vete a nado, aunque te ahogues en el camino.

   Cañas, “chilenofilo decidido”, escribe Darío, a las recomendaciones suma la acción y reúne los recursos para que el poeta para a ese paraíso austral que era y debería ser nuestro país.

   Un día de terremoto, se embarca Darío, en un vapor alemán de la compañía Cosmos. Gran choque cultural. En la nave solo se habla alemán y nadie entiende el precario ingles del joven. El capitán, buena persona, atiende a su pasajero tropical con cervezas, vinos del Rhin y licores fuertes. Darío aprende los números del idioma de Goethe jugando dominó…

POLO FINANCIERO

   Finalmente, el vapor germano recala en el puerto de Valparaíso. Desde la cubierta se advierte el nervio de la ciudad, con la bahía congestionada con pequeñas embarcaciones, de ida y vuelta, entre naves y el muelle conduciendo, pasajeros, tripulantes y equipaje.

   Valparaíso, 24 de junio de 1886, día de la llegada del joven poeta, es el polo financiero y humano del Pacífico Sur. La ciudad misma es avanzada con transporte público servido por tranvías arrastrados por caballos, luego serían eléctricos, hasta con precursores elevadores inaugurados en 1883, iniciativa de un escritor, Liborio Brieba. Además, la ciudad cuenta con teléfonos con patentes de Edison y de Graham Bell. Hay alumbrado público y domiciliario, industrias pesadas en que se construyen equipos ferroviarios, diarios de importancia nacional como El Mercurio y La Unión. La tolerancia marca la ciudad con cultos protestantes, además del dominante católico, y varias logias masónicas.

   La educación es importante, con un liceo público dirigido por el destacado intelectual Eduardo de la Barra. Además están los prestigiosos colegios privados de los Sagrados Corazones, Padres Franceses, el inglés Mac Kay y el Alemán de Cerro Alegre.

   La construcción de los centros comerciales es de cualidad, a veces impresionante, especialmente de los bancos y de las grandes casas importadoras. Muchas viviendas replican estilos dominantes en Europa.

   El movimiento de las calles es reflejo de la ciudad popera e importante. Claro está que el brillo contrasta con la pobreza de viviendas que cuelgan de los cerros.

   Valparaíso impresiona a Rubén Darío, quien debe buscar un espacio para incorporarse a esta comunidad. Trae cartas de recomendación que le permiten una ocupación en el diario La Época, dirigido por Eduardo Mac Clure. El sueldo es poco, pero algo es algo. En 1887 consigue trabajo en El Heraldo, diario porteño. Es entonces cuando con su esmirriado sueldo, muerto de frío, hace una importante inversión. Gasta 85 pesos en un elegante abrigo que, cuenta el mismo, lo acompaña incluso a Europa.

  Darío, reconocido como un poeta innovador, padre del modernismo, frecuenta círculos intelectuales. Llega hasta La Moneda, donde establece una cordial relación con Pedro Balmaceda, hijo del Presidente, quien incursionava en el mundo de las ideas.

FRACASO ADUANERO

   Gracias a esa amistad -al parecer posteriormente quebrada- logra un cargo en la Aduana de Valparaíso. Dura poco. Simplemente no va a su puesto, como lo recuerda Villafañe en su libro.

   Tampoco prospera en el trabajo periodístico. Tras un comentario en la sección Sports en la Época, es delicadamente despedido. ?Que deporte comentaría?

    Tal vez la hípica, cuando el fútbol era una curiosidad. El hecho es que fracasa como periodista deportivo, pero se impone con su creatividad poética que marca una línea renovadora, expresada en “Azul”, publicado en Valparaíso en 1888. M. Casella sostiene que el autor “se sale de la tradición literaria entonces seguida, y funde en unidad orgánica que es acento personal y pronta asimilación de influencias diversas, las últimas voces del romanticismo… Rubén se aventuraba por primera vez fuera de la órbita de la tradición española del siglo de oro, fuera de las indecisas formas vaporosas del romanticismo… La expresión literaria salió de ello transformada”.

   Finalmente, en 1889, acosado por deudas y tal vez por promesas de amor incumplidas, retorna a América Central. El alcoholismo comienza a hacer lo suyo como telón de fondo a un reconocimiento generalizado a su creatividad.

    Vuelve al cono sur, Argentina, en medio de reconocimientos y buenos ingresos. Pero no se da la molestia de cruzar la Cordillera, ya con Transandino, a Chile.

    Surge la interrogante sobre su afecto hacia nuestro país. El autor Villafañe escribe que la relación del poeta con Chile “fue complexa y agridulce”. Recoge lo expresado en una carta privada:

– “A veces me figuro que he tenido un mal sueño al pensar en mi permanencia en ese hermoso país”.

    Y el otro lado de la moneda:

-“Eso sí que a Chile le agradezco con una inmensa cosa: la iniciación en la lucha por la vida”.

    La lucha termina donde comenzó, en Nicaragua, 7 de enero de 1916, tal vez con un sueño alcohólico confuso de aquel país austral donde “debía ir” de acuerdo al consejo del general Cañas.

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